Así como dormir es crucial, también lo es la relación con tu líder (gerente, supervisor, jefe, etc.); en mis 16 años de trabajo en una empresa multinacional, trabajé y me mudé a 5 países, y en todos los casos, las oportunidades se abrieron gracias a la buena relación con el líder. El líder influye contundentemente en tu desarrollo profesional, en tu salud emocional e incluso física, por esto es crucial la relación con él.
En esa relación, muchas veces sentimos que precisamos “liderar al líder”: sea por intereses profesionales (“quiero mas responsabilidades”, “desde mi puesto tengo mejor conocimiento situacional de lo que pasa”) o sea porque existe algún grado de disfuncionalidad en el líder (autoritarismo, narcisismo, indecisión, etc.). Al final de cuentas, lo que hagamos o dejemos de hacer, determinará nuestra “marca personal”: ¿vamos a dejar que nuestra “marca personal” quede determinada por circunstancias malas, regulares, promedio? ¿O vamos a influir en ella proactivamente?
“Liderar para arriba” es una tarea que tiene sus dificultades, porque partimos de la premisa de que hay una relación asimétrica de poder: un líder que lidera a su equipo, por más que logre influenciar y guiar positivamente a sus integrantes, no deja de tener una autoridad jerárquica sobre ellos. En «liderar para arriba», esa autoridad no existe.
La alternativa que queda es superar esas dificultades con la puesta en práctica de habilidades relacionales, que NO pasan por la adulación, manipulación, tratar de obtener algo a costa de otros o, en el otro extremo, la sumisión (recuerdo que a uno de mis líderes le gustaba que lo adulen: ¡debo confesar que nunca logré llevarme bien con él!).
Si liderar es influenciar, entonces “liderar para arriba” es influenciar al líder. ¿Y cual es el objetivo de la mayoría de los líderes? ¡Que agreguemos valor y resolvamos problemas! ¡Entonces ya está claro a través de qué lograremos influenciarlo!
Para lograrlo, más allá de muchas acciones concretas que podamos hacer para “liderar para arriba” (persuadir, anticiparme, etc.), en mi opinión, hay cinco principios fundamentales a seguir:
- Creer en uno mismo. Cuando hace muchos años atrás me mudé de una sucursal de esa empresa multinacional a su casa matriz en Estados Unidos, me dí cuenta que los ‘grandes líderes’ eran tan o cuan profesionales y comunes como éramos los que estábamos en el resto del mundo… desde afuera se los veía como super-poderosos-importantes-sabios-intocables y resultó ser que también dormían, comían, cometían los mismos errores, etc.
- Tener determinación y coraje. El primero, implica no dudar de nuestro derecho de “liderar para arriba” para hacer que determinadas cosas sucedan, y el segundo, lo necesitamos para no temer lo que nos puedan responder.
- Actuar con integridad, respeto, iniciativa y precaución. Decir lo que pensamos y hacer lo que decimos, siempre con respeto como señal de lealtad y estima, con toda la iniciativa para demostrar nuestro interés en que la organización logre su objetivo, y con la precaución de no excedernos de los límites profesionales.
- Construir una relación de “llevarse bien” con el líder. No debemos sentirnos incómodos con esa relación, hay que construir una “química”, y el primer paso lo debe dar uno.
- Construir confianza desde lo técnico: cuanto mas confíen en mi trabajo, aumenta mi posibilidad de influenciar.
“Liderar para arriba” es beneficioso para ambos, líder y liderado. Y claramente, se puede hacer. ¡No precisas comprarle un pasaje sólo de ida a una isla lejana!
Hernán R. Rocha
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